Un día más se nos ha
concedido. Un día más el Señor nos da la oportunidad de ser mejores y hacer
buenas obras, amarlo a Él y amar a nuestros hermanos.
¡Qué gran tesoro es el tiempo! Lo tenemos y no somos capaces de aprovecharlo
mejor. ¡Qué lástima que dejemos pasar todos los días sin tratar de
aprovecharlos mejor para ser buenos!
Llegará un día en que será el último en este mundo. Cuál será ese día, no lo
sabemos, pero debemos agradecer cada día que amanecemos y vemos la luz del
sol, porque Dios no tiene la obligación de darnos un nuevo día, sino que Él,
por puro amor nos lo concede. ¡Ojalá que nosotros no sólo lo aprovechemos
para ser mejores, sino también que Dios quiera que no usemos de este día para
hacer el mal, para pecar!
Demos gracias a Dios que nos da una nueva oportunidad. Porque aunque estemos
sufriendo, siempre es un don el amanecer en este mundo, puesto que tenemos
todavía esperanza de Cielo. ¡Qué terrible será para quien ya está en el
Infierno! Para él ya no hay esperanza jamás. En cambio nosotros, aunque
estemos en medio de penas y congojas, comparado con el Infierno es una
nadería.
Así que demos gracias a Dios que nos da este lapso de tiempo para ser buenos,
pedir misericordia a Dios, y ser a nuestra vez misericordiosos con nuestros
prójimos. Porque cada día es una bendición de Dios sobre nosotros, que muchas
veces no sabemos ni aprovechar ni agradecer.
¡Bendito sea Dios, que no se cansa de continuar dándonos oportunidades para
ser santos, que es sólo por ese motivo que nos deja en este mundo, para que
alcancemos la perfección de la santidad!
En este día amemos a Dios.
No digamos: Tengo tiempo y después amaré al Señor.
Sino hoy mismo, en este día, amemos al Señor así, como somos, como podamos,
con toda nuestra capacidad, y entonces cada día vivido será un peldaño en la
escalera que nos conduce a la mansión celestial que Dios nos tiene reservada.
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