Mi Dios de todo consuelo. Termina el día y es mi deseo poder estar listo a escuchar lo que me quieres decir. Llegas como un torrente que inunda de paz mi corazón y de fortaleza mi alma.
Ayúdame a que mi corazón sea compasivo cuando me toque ver a los demás y no me atreva a juzgarlos sin antes pensar en mis errores, mis incoherencias y mis ingratitudes.
Que en mi mente existan pensamientos santos y puros, porque los pensamientos santos, hacen hombres santos.
Se que con tu gracia y tu poder puedo poner empeño en todo lo que te agrada y con una fe inquebrantable llegaré a ver las cosas más hermosas que jamás hayan existido porque me hace confiar en Ti y no dejarme influenciar por las circunstancias que me rodean. Hoy te susurro al oído: ”Tu protección impenetrable y tu misericordia infinita están siempre sobre nosotros, tus hijos, y tu compañía es consuelo en nuestros momentos difíciles”.
Quiero sentirme seguro y me abrazo fuerte a tu pecho.
Mis asuntos ya los puse bajo tu cuidado. Te amo, mi único Señor. Amén.