En un mundo sin fe
Autora: Zenaida Bacardí
El momento histórico que vive el mundo ha colocado a la juventud en su punto crucial, determinante. Pero la han llenado de fantasmas y de sus mismas ansias de vivir están sacando armas para matarla moralmente. Y de su afán de cambio, de su vigor, de sus arrojos, están fabricando las espadas que relucen y que acabarán por someterla de cuerpo y de alma.
La juventud es un punto de mira codiciado. Por eso la mantienen enredada entre la zarza del camino. Sin saber si marchan hacia donde quiere llegar su pensamiento y su corazón, o hacia donde los dirigen los que quieren administrar mezquinamente su vida. Confusión dificil para los jóvenes.
Quieren libertad, y desean que se les conduzca con firmeza.
Quieren amor, y se expresan con dureza.
Desean ceder ante las tentaciones y se atemorizan ante las consecuencias.
Quieren romper con lo establecido, como quien está muy seguro de sí mismo. Y están sumidos en un mar de inseguridades, de ansidedades, de complejos, de angustias.
Se declaran hombres y mujeres antes de tiempo. Y sienten la necesidad ineludible de que alguien les marque una dirección y les ponga un freno.
Pregonan el amor, y viven del sexo.
Aceptan las libertades del sexo, y se encuentran con el vacío de la falta de madurez y de ternura.
Están sometidos a grandes fuerzas contradictorias: el impulso biológico y el razonamiento justo. La sensatez y el deseo. La entrega sin restricciones, y el sentido moral que todavía configura nuestra sociedad.
Es el volcán por dentro y la ley por fuera.
Dos fuerzas tirantes, en direcciones opuestas. No saben compaginar estos desniveles de la existencia humana, la eterna contradicción del diario vivir. Los terribles contrastes, las presiones de espíritu y materia.
Ha sucedido en todas las generaciones. Pero hoy las grietas morales son más profundas, el mundo tiene más lodo y menos luz, y es más angustiosa la batalla de los jóvenes para ser adultos equilibrados, centrados, bien formados.
Quieren marcar el paso y sueltan la rienda. Quieren volar y cierran las alas. Tratan de cantar y sollozan. Buscan y no encuentran.
Esta juventud que tiene el vicio a la mano, desconoce la autoridad y vive a la sombra de la confusión, se preguntará muchas veces: ¿en qué mundo estamos? Y nosotros tendremos que responderle: en uno que ha perdido la armonía porque se derrumbaron sus bases de moral y de espíritu. En un mundo sin fe, virtud sin la cual no se hace patria, no se hace hogar y no se hacen hombres.