Jesús. Un año más me invitas a recorrer el camino hacia la Pascua. Soy consciente de que, tal vez, me encuentres con las mismas dudas e inquietudes que el año pasado.
Jesús. Perdóname, porque muchas veces pretendo orar y siempre encuentro mil excusas. Sin embargo, tú, Jesús, siempre estás allí, a mi lado; sales a mi encuentro cuando estoy decaído y por eso, quiero recuperar las ganas de estar junto a ti.
Jesús. Cuando caminas cansado y agotado hacia el gólgota, me haces ver que la vida es maravillosa, porque igual que tú, cuando uno se ofrece para llevar la felicidad a los demás, a los despreciados, a los que nadie quiere, a los enfermos; se da cuenta que a tu lado la vida tiene otro sentido.
Por eso, Jesús, ayúdame:
-para que tu Palabra no falte en mi mochila; -para que pueda conocerte mejor; -para que, si hago ayuno lo haga sin ruido; -para que, mi caridad florezca con sencillez; -que mi oración brote como un rayo de sol entre las nubes, y sobre todo, que nunca deje de buscarte.
Jesús. Ayúdame también, para que este tiempo de cuaresma, sea un oasis de meditación y de paz; de pensar en las veces que me he olvidado de ti mientras tú sufrías y morías por cada uno de nosotros. Nada más ni nada menos, que por amor.
Jesús. Ya sé que quieres que te mire a los ojos y así pueda descubrir que merece la alegría seguirte. Por todo eso, Jesús, ayúdame?
Ten mucho cuidado con tus pensamientos porque ellos se transforman en palabras. Ten mucho cuidado con tus palabras porque ellas se transforman en acciones. Ten mucho cuidado con tus accionesporque ellas se transforman en hábitos. Ten mucho cuidado con tus hábitos porque ellos moldean tu carácter. Y ten mucho cuidado con tu carácter porque de él dependerá tu destino.
Mi amado es apuesto y trigueño, y entre diez mil hombres se le distingue. Su cabeza es oro puro; su cabellera es ondulada y negra como un cuervo. Sus ojos parecen palomas posadas junto a los arroyos, bañadas en leche, montadas como joyas. Sus mejillas son como lechos de bálsamo, como cultivos de aromáticas hierbas. Sus labios son azucenas por las que fluye mirra. Sus brazos son barras de oro montadas sobre topacios. Su cuerpo es pulido marfil incrustado de zafiros. Sus piernas son pilares de mármol que descansan sobre bases de oro puro. Su porte es como el del Líbano, esbelto como sus cedros. Su paladar es la dulzura misma; ¡él es todo un encanto! ¡Tal es mi amado, tal es mi amigo, mujeres de Jerusalén! Cantares 5:12-16.
Que el amor de Dios despierte en ti el más profundo sentimiento de amor al amado Jesús de Nazaret.
"Existen cuatro cosas en la vida que no se recuperan jamás, y son: una piedra después de haber sido lanzada; una palabra, después de haber sido proferida; una oportunidad, después de haberse perdido; el tiempo, después de haber pasado".