Algo hay en los ojos del dolor que engrandece a las personas. Un dolor sonreído es algo incomprensible para los descreídos.
El dolor, aunque queramos vivirlo secreto, personal, íntimo… es cotidiano, natural, universal.
La sonrisa en el dolor anuncia la mañana, la posibilidad del sol, el alivio para respirar. Porque el dolor te desgaja, pero retoñas. Las rosas se deshacen, pero vuelven a nacer. La vida se apaga, pero vuelves a encenderte. Las aguas se crecen, pero toman su nivel.
Todos necesitamos el coraje para sostenernos y poder resucitar. Todos necesitamos el valor para enfrentar la vida y seguir adelante. Todos necesitamos el temple para ver llegar las penas del destino y no perder el paso. Todos necesitamos retar al dolor con entereza, pero necesitamos sonreír.
Todos podemos llenar nuestra copa y endulzarla.
Todos podemos tapar los gemidos con oración.
Todos podemos soportar el dolor con tu luz por dentro.
Todos podemos sostener la cruz, injertándole rosas.
Y todos podemos pararnos ante el mundo una y otra vez, ¡y dar un testimonio!