1. Noches de tormenta
Aquí, Gere encarna a un doctor tan abnegado y bueno que trabaja gratis para los pobres del tercer mundo. Diane Lane, en la piel de una mujer abandonada por un marido infiel, cae rendida ante sus pies, cuando se encuentran en una pequeña localidad costera. OK, justo se desata una tormenta que los obliga a quedarse juntos un par de días, en los que, obviamente, fluye el amor. Pero este no es cualquier amor. Es de esos de película que (spoiler alert) trascenderá a la trágica, y forzada, muerte del doctor. Música melosa, caballos corriendo por la playa y la mayor acumulación de clichés vista en una cinta del canoso más sensible (ro) de Hollywood. Se lleva por lejos el primer lugar.
2. Otoño en Nueva York
Otra película pensada para ver con pañuelo en mano. Es la típica historia del tipo exitista y poco comprometido que se enamora de una chica vital (Winona Ryder) que le roba el corazón y, de paso, cambia su manera de ver el mundo. Pero -y aquí viene la moraleja- no queda mucho tiempo porque, nuevamente, se impone la tragedia. Estrenada en el 2000, es la cinta de Gere que probablemente ha acumulado más litros cúbicos hasta la fecha.
3. ¿Bailamos?
Los personajes de Gere son tan buenos -aunque trabajen más de la cuenta- que nunca caen en tentación. Aquí, el canoso se mete a un curso de baile para combatir la rutina y tratar de levantar su alicaído matrimonio. Aunque la profesora es Jennifer López, nunca pasa nada. Al final, Gere aprende a bailar, recupera el condimento perdido de su relación y, bueno, termina siendo una mejor persona de la que ya era en un comienzo. Todo con música melosa y los tics habituales del galancete. Remake del menos azucarado filme japonés de mismo nombre.
4. Hachiko, siempre a tu lado
Nos metemos en terreno peligroso, porque esta es una película que los animalistas defienden a muerte, y no por asuntos cinematográficos. Basada en una historia real, y en una cinta japonesa (una vez más), sigue a un profesor que es muy cercano a su perro Hachiko, quien lo acompaña todos los días hasta la estación del pueblo, donde espera a que regrese al terminar la jornada. Pero Richard Gere muere repentinamente (una vez más) y el perro permanece en la estación por años, hasta su fallecimiento. Un ejemplo de lealtad canina, presentado con una melosidad hecha a la medida del rey de las lágrimas (una vez más).