“Me gusta la gente
que cuando saluda
te aprieta la mano
con fuerza y sin dudas”
(¡Ay!)
Sí, es cierto, la gente que aprieta la mano parece más
sincera. Pero no puedo dejar de recordar cuando – por razones de trabajo –
tenía que saludar así a chinos, japoneses y coreanos; estiraban tímidamente los
dedos muy estirados para un roce rápido y casi simbólico. Claro, no podía
apretarles las manos, porque sentía como que estaba obligando a una persona
remisa al contacto físico con extraños, a una costumbre tan bárbara. Entonces,
preferí reemplazar el apretón por una leve inclinación, con lo cual ambos nos
sentíamos más cómodos. Con el tiempo y los deseos de establecer relaciones “cálidas”
con clientes, trataron de acostumbrarse a ese saludo, pero todavía se les
notaba una reprimida reticencia.
Ahora se ha hecho habitual el darse besos – al aire – y no
sólo uno, como en Chile, ya que en otros lugares son dos y los rusos tres, con
lo cual entre encuentros y despedidas de un grupo se gasta un tiempo considerable.
Claro que con “la gente que me gusta” saludarse es un placer.
Me ha encantado el poema.
Gracias por traerlo.