Soy de la generación en que los niños no hablaban en la mesa, las mujeres dependían de los hombres (y de su humor del momento);no había divorcio, sino una “nulidad” fraudulenta que costaba caro y ambos cónyuges tenían que estar de acuerdo; era difícil para una mujer obtener empleo y si lo conseguían era sólo en puestos secundarios; en las universidades los varones hacían todo lo posible para desalentar a sus compañeras y conseguir que desertaran, con burlas y malos tratos.
Había dos cosas buenas: la Universidad de Chile era gratuita y había menos smog.
De todas maneras, prefiero la generación actual y espero que obtengan lo que les falta.
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