Para ordenarme el corazón escribo, como el que intenta estructurar las cosas adquiridas al paso de los años.
Hago inventario en mi desván, lo exhibo, y logro entonces separar las rosas de los zarzales de los desengaños.
Brevería Nº 1867
Mi escritura
Escribo sólo abrazos, ya no versos, ya no cartas inútiles, formales, que nadie lee a fondo; escribo sensación, intimidades, que no por ojos han de ser leídas, sino por el circuito de la sangre. Detesto las palabras, son tan indiferentes, tan errantes… No se dejan querer, son vanidosas, creen tenerlo todo en sus vocales claras, de tono abierto y contundente, y en sus heterogéneas consonantes de drásticos sonidos inflexibles, y en realidad no saben que son sólo apariencias, vestiduras, y en ocasión disfraces. Son la hojarasca seca que han perdido los árboles, y zarandea el viento del otoño. Desprendidas de mí, vuelan o yacen, pero no hay vida en ellas, ni hay tampoco mensaje. Mi escritura ha de ser vital, genuina, como los actos propios del amante, que exhala, absorbe, tiembla, y saborea con ojos, sexo, manos trepidantes. Quiero escribir con el punzón del alma, hiera o solloce, ría o se desangre. No será recital de multitudes, pero quien sepa o pueda descifrarme, descenderá a mi fondo más auténtico, y allí podrá quedarse. Los demás, que recojan mis palabras, si las vieran rodando por la calle.