Estoy escribiéndote y sólo tengo tu ausencia y en mi corazón el dolor de tu lejanía.
Mi pluma no puede escribir sin que las lágrimas tracen el poema de mis deseos en la página de las mejillas.
Si no fuera porque la distancia nos separa te visitaría entre los pliegues de la noche, apasionadamente, como visita el rocío los pétalos de la rosa; y besaría ardorosamente tus labios rojos y arrebataría tu talle, de la cintura a cuello.
Aunque ausente de mí, estás conmigo: mis ojos no te tienen pero sí mi corazón.