La viejecilla no pegó pestaña
el tum tum de la fiesta vecina
le dejó la cabeza
como bombo.
Recién cuando aclaraba
después de los portazos
de la despedida
se metió en un sueño
entrecortado.
A la mañana siguiente
el patio invadido:
brillos de confetti, colores estridentes
parpadeaban por todos los rincones
con insolencia inaudita.
Los escobazos no lograban
detener la avalancha
Hizo lo que pudo
pero el viento deshacía los montones
los hacía volar
como pajaritos.
Al final, abandonó la
batalla
perdida.
Desde la ventana
contempló el caos
pensó en llamar a la fuerzas de orden
¡tanto desorden no tiene nombre!
pero sería para la risa.
Algo en los fucsias y morados
ácidos amarillos
y rojos gritones
le hicieron un guiño
Eran los restos de su propia fiesta
esa que no tuvo
en la casa triste
La ilusión tiene poderes
que nadie conoce
y una sonrisa le encendió
la vieja cara.