Concédeme, Señor, la gracia del buen humor.
Los santos fueron santos, pero también fueron alegres.
Santa Teresa de Jesús decía: 'Un santo triste es un triste santo'.
No me imagino a Jesús serio, ni a María.
Hubo mucha seriedad en mi vida, demasiada formalidad.
Muchas cosas me robaron la alegría, fueron ladrones de mi buen humor.
El buen humor no es sólo reír ante un chiste, no es la carcajada fácil, aunque reír ayuda.
El buen humor es una actitud frente a la vida, es reconocer el lado alegre de los hechos y de las circunstancias.
El buen humor ayuda a aliviar las congojas y las culpas.
El buen humor transforma nuestros melodramas en comedias.
La ironía es la caricatura del buen humor.
La ironía hiere, el buen humor cura.
La ironía ridiculiza, el buen humor crea puentes.
Humor es espíritu, actitud, ingenio, alivio, sonrisa, esperanza.
Tú eres, Señor, la causa de mi alegría.
Si los Apóstoles se sentían tan bien contigo, no creo que haya sido por tu severidad, sino por tu buen carácter, por tu buen humor.
Que sepa reírme de mí mismo, es el primer peldaño del buen humor.
Que nunca me ría con los demás, el primer peldaño de la tristeza.
Ante la seriedad, un poco de soltura.
Ante la rigidez, un poco de flexibilidad interior.
Que sepa tener buen humor hará de mi vejez un camino de luz; sabré entusiasmar a otros, sabré reírme con otros.
Amén.
P. Ernesto Giobando s.j
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