Aquel viejo, viejo vino
Hubo una vez un hombre rico muy orgulloso
de su bodega y del vino que allí había;
y también había una vasija
con vino añejo guardada para alguna
ocasión sólo conocida por él.
El gobernador del estado llegó a visitarlo,
y aquél, luego de pensar, se dijo:
"Esa vasija no se abrirá por
un simple gobernador".
Y un obispo de la diócesis lo visitó,
pero él dijo para sí:
"No, no destaparé la vasija.
Él no apreciará su valor,
ni el aroma regodeará su olfato".
El príncipe del reino llegó y almorzó con él.
Mas éste pensó:
"Mi vino es demasiado majestuoso
para un simple príncipe".
Y aún el día en que su propio sobrino
se desposara,
se dijo:
"No, esa vasija no debe ser traída
para estos invitados".
Y los años pasaron, y él murió siendo ya viejo,
y fue enterrado como cualquier semilla o bellota.
El día después de su entierro tanto la antigua
vasija de vino como las otras fueron repartidas
entre los habitantes del vecindario.
Y ninguno notó su antigüedad.
Para ellos, todo lo que se vierte en
una copa
es solamente vino.
FIN