Al besarte parece que se agitan mil diminutos dedos en el vientre; mil susurros eróticos que invitan a que en tu oscura intimidad me adentre; mil temblores de muslos que me gritan, exigiendo que me alce y me descentre. Y tu me besas repitiendo el grito, mi cuerpo ya a tu cuerpo circunscrito.
Brevería Nº 1216
Llegué y amé
He avanzado entre muslos diagonales, columnas lúbricas hospitalarias, donde abismadas rutas secundarias cruzan a veces sendas principales.
Me detuve a beber en manantiales de convulsivas aguas, en las varias, íntimas franjas, zonas solitarias, susceptibles de audacias sensoriales.
Llegué y amé; no fui disminuído por mente anémica o pudor fingido; todo ofrecido fue, todo aceptado
en absoluta desnudez, desierta de ajenas sombras, como quien despierta inesperadamente a nuestro lado.