Especialmente los mayores, cuando se acuerda una cita o encuentro cualquiera, alzan perentoriamente un dedo para decir: “Si Dios quiere” como reprimenda a quien osa proponer un acto cierto ante un futuro siempre incierto y por otra parte, por no atreverse a proyectar su precaria existencia al futuro y quedar en ridículo.(en caso de morirse, por ejemplo).
Aparentemente, la frase está tomada del “inch’allah” de los árabes, que significa lo mismo.
No le cae bien a algunas personas por las connotaciones religiosas que tiene porque es como si la persona dijera en realidad: “nos veremos si mi dios único y personal
desea que ese día nos veamos, a pesar de la arrogante seguridad que tú pretendes tener de que así será”.
Más cauto o neutro sería decir: “si lo quiere el destino”, todo menos desafiar a ese futuro traidor que se prepara a hacernos una zancadilla cuando más confiadas estemos.
A fin de cuentas, es ponerse el parche antes de la herida, como el consabido S.E.U.O. (salvo error u omisión) que se coloca junto al resultado de largas operaciones matemáticas de un balance, por ejemplo, de manera que si un revisor descubre un tremendo pato, no podrá alegar no haber sido advertido de cierta manera.
Mañana vendré a verlos, si al destino se le frunce.