La ciencia nos impone verdades, dudosas la mayoría quizás tan o más que la concepción o institución misma de la verdad, una de esas tantas verdades es la de ubicar al ser humano en términos biológicos como un ser “social”, a partir de eso se constituyen principios, conductas e ideologías pre-concebidas e impuestas para todos, pero más allá de la discusión casi existencial que el cuestionamiento a lo primero pueda invitarnos, mi intención está en analizar una serie de problemáticas que la obligación por norma a socializar trae asociadas.
El poder para su promoción de relaciones en la sociedad le urge construir instituciones panópticas para así desarrollar socializaciones reguladas y disciplinadas bajo normas culturales y biopoliticas(1). Primero será la familia, después los amigos –estás dos serán las hegemónicas-, luego la escuela, la universidad y el trabajo, todas instituciones donde la disciplina y las imágenes son mediadas en conversaciones y discursos pre-determinados por el principio de autoridad y las normas prescriptivas dadas por la moralidad cristiana -en Occidente- y el capitalismo como productor de subjetividades.
Quienes no socializan o padecen de un rechazo e inadaptación innata en espacios de socialización forzada serán por las instituciones de control –especialmente la psiquiatría- patologizados y vigilados, se les intentará corregir a través de la farmacología psiquiátrica o en el peor –o mejor si se quiere- de los casos al sujeto “asocial” se les aislará por su comportamiento anormal, aunque esto sea en su propia casa, lo que significará literalmente un “autoaislamiento” pero no por voluntad aunque lo quisiera, sino porque es estimulado por su no-funcionalidad para desarrollarse en la sociedad, entonces al sujeto asocial por una suerte de ostracismo(2) contemporáneo se le marginará, siendo el psiquiátrico como panóptico la institución final encargada de su encierro sí es que su comportamiento asocial complicará a la sociedad.
Sí bien criticar las socializaciones obligadas puede prestarse para ser la caricatura fácil de lloriqueo de ese imaginario romántico que de manera falaz e idealizada ha construido a su autocomplacencia al “antisocial” como figura poética. Lo que postulo no es al antisocial idealizado, ni siquiera una invitación a no socializar, sino entender de manera crítica las problemáticas emocionales y el caos individual que la obligación por norma a socializar de acuerdo a los parámetros de espectáculo y disciplina nos puede desencadenar. Hago referencias a personas que se suicidan o se frustran y melancolizan por no cumplir con las obligaciones y requerimientos estéticos, disciplinarios y morales que exige el desarrollo de la socialización forzosa en sus distintos espacios y contextos. Algo parecido nos diría Theodore Kaczynski -“La sobresocialización puede conducir a una baja autoestima, a sentimientos de impotencia, al derrotismo, a la culpa, etc. Uno de los más importantes recursos por los cuales nuestra sociedad socializa a los niños es haciéndolos sentir avergonzados del comportamiento o del habla que es contraria a las expectativas de la sociedad. Si esto es excesivo o si un chico en particular es especialmente sensible a tales sentimientos, acaba por sentirse avergonzado de sí mismo. Además el pensamiento y el comportamiento de la persona sobresocializada están más restringidos por las expectativas de la sociedad de lo que lo están los de aquellas personas levemente socializadas.“(3)-.
Se ha incluido en las instituciones que sirven a ser como productores de socialización obligada por norma a los “amigos”, porque como grupo social la amistad ha sido institucionalizada y regulada de manera silenciosa por la cultura imperante capitalista. Se han construido parámetros, discursos etarios, intereses y lugares de diversión pre-determinados de manera no inocente por el sistema, entonces los amigos en estructura ya no funcionan por espontaneidad, incluso el discurso y práctica etaria juvenil de rebeldía ha sido normalizada por el poder.
Ya habiendo dejado claro más arriba que no hay interés ni invitación a no socializar, sí se pretende analizar al sujeto asocial como un individuo que construye resistencia política a la obligación a socializar por norma en los espacios e instituciones que nos imponen. Entonces a partir de esto la conducta asocial es resistencia al poder, por ello no puede ser entendida sin politizarla, porque su patologización psiquiátrica responde a construcciones políticas no inocentes y de control.
Escrito por Orlando S.
Periódico anarquista El Amanecer.