En este mundo en que parece que todo el quehacer humano es producir y "funcionar", la mar nos regala el misterio de lo desconocido.La mar nos enseña el fluir de la vida, siempre en movimiento y transformación, suave y pacífica, o fuerte y violenta, meciendo o arrasando en pos de nuevas etapas de la evolución.La mar nos regala,la intuición de que somos mucho más que esto, la certeza de que aún tenemos mucho por descubrir, el anhelo de nuestra propia infinitud.Nos habla de cuevas y barcos naufragados, de abismos y altas cordilleras, de formas de vida desconocidas, de peces multicolores, de ballenas azules, de la complejidad inatrapable de la vida y nos devuelve el encanto de vivir.Nos transmite el regocijo de ser sin aferrarnos a situaciones, condiciones, apariencia, roles, funciones, que de ella sepamos que todo cambia: nace y muere, y, sin embargo, permanece, como las olas que se elevan en un instante de gloria y espuma, para retornar a ser esa mar inmensa y azul.
Que los siglos y milenios de las grandes olas en los roqueríos activan nuestra fuerza inquebrantable, el poder de persistir con suave brisa o con tormentas, con sol o con nubes, seguir adelante con el propósito de nuestro vivir.
Que flotando en sus aguas, los hilos invisibles de nuestro cuerpo se extienden a todas las mareas y todas las tierras, que lleguemos a costas lejanas y sepamos que las fronteras no existen, que estamos conectados con todo, que somos y existimos en la misma gran vida, que el planeta es una esfera azul que nos contiene, que somos tierra de su tierra, agua de su agua, espíritus de su espíritu, pequeñas ondulaciones en el océano de la totalidad.
Y que podamos sentir que cada movimiento de nuestro cuerpo mueve a todos los mares, que la vida es delicada, una trama sutil y sensible, donde todo afecta a todo, que nuestras palabras y nuestras acciones tocan a todos los seres.
Que en la mar nuestros poros se abren para recibir el regalo terapéutico de los minerales que por millones de años han ido lavando sus aguas y nos regocijemos con su enérgico abrazo azul y frío que nos purifica y recicla. Que permite a nuestros niños sobrecargados de estímulos el simple juego de las palas, los baldes y la espuma.
Que nos devuelve el aire puro a los que venimos de ciudades donde ya no se respira y cada día se pierde un poco de vida,que nos regala caminatas en largas tardes y reflejos de luna en las noches,que lava heridas y que recibe lágrimas con abrazos de madre.
La mar nos devuelve el pulso de la vida, de las olas que vienen y van, la sabiduría de que es preciso retroceder para avanzar, callar para hablar, reflexionar para actuar, contemplar para ver, descansar para trabajar, recibir para dar, empequeñecernos para crecer.
!Que nos devuelve la simple alegría y los sonidos naturales que nos sanan el cuerpo y el alma en medio de la carrera loca e interminable de tener, controlar y parecer!.
Como nacida y criada en viña del mar, adoro el mar y no me canso de contemplarlo. Me habría gustado mucho que luego de jubilar ( cosa que ya hice hace 8 años ) haber vuelto a vivir a la playa, pero por trabajo de mi marido, no se puede. No me queda más que ir aunque sea una vez al año a disfrutar la mar ( como dicen los marinos ) Saludos.