La amistad no se conquista,
no se impone;
se cultiva como una flor,
se abona con pequeños detalles
de cortesía, de ternura y lealtad;
se riega con las aguas vivas de desinterés
y de cariño silencioso.
No importan las distancias,
los niveles sociales, los años o las culturas,
la amistad todo lo borra.
La felicidad del amigo nos da felicidad:
sus penas se vuelven nuestras
porque hay un maravilloso lazo invisible que une a los amigos.
La amistad es bella sobre toda ponderación, por que:
”Para el que tiene un amigo, no existe soledad.”