Dos temblores
Si el ocaso me empuja de tu orilla,
la mañana me acerca a tus umbrales.
Ay, que los sentimientos ilegales
me condenan a estar siempre en capilla.
Apenas ya la luz del alba brilla
transponiendo impulsiva los cristales
de tu balcón, resuenan atabales
en mi piel, sacudiendo mi semilla.
Como ladrón me acerco, subrepticio,
trémulo, pero audaz, y te acaricio
con extraña erupción de dos temblores.
Temblor de oir su voz o su pisada,
y temblor de saber que mi llegada
me capacita a deshojar tus flores.
Los Angeles, 15 de enero de 2006
Soneto Nº 1398 de FAH