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General: EN LA CIUDAD DE LA NIÑEZ PERDIDA
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De: sol-edad (Mensaje original) |
Enviado: 13/11/2014 21:06 |
En la ciudad de la niñez perdida
"No quiero ver a los niños secuestrados por las pantallas, sino corriendo con el viento, trepando arriba de los árboles, metiendo otra vez las manos en la tierra para tocar el cielo..."
Soy un privilegiado: mi casa está llena de niños. Corren, revolotean, saltan, ponen el mundo patas para arriba, no le dan tregua a mi adultez ni le permiten sentarse en sus laureles. Al revés de mis compañeros de generación que comienzan a sufrir el síndrome del "nido vacío", estoy rodeado de pájaros y niños. Pájaros y niños se devoran toda el agua y el aire de mi jardín y me llenan de oxígeno. Ya se rompió la frontera que algún día creí inexpugnable entre el jardín y mi biblioteca. Lo que en mis tiempos de neurosis perfeccionista pudo parecerme una catástrofe, hoy me parece una fiesta. Releo un gastado ejemplar de una revista de un solo número, "David", dirigida por el poeta Eduardo Anguita, del año 1953, en la que se hace una encuesta sobre "qué es el paraíso". Escriben filósofos, psiquiatras, escritores y... niños.
Genial idea del poeta Anguita de otorgarles a los niños la misma autoridad de sus amigos intelectuales para hablar sobre el paraíso. ¿Hay alguien con más autoridad para hablar del paraíso que los niños? ¡Y hay tanto gigante egoísta que cierra las puertas de su jardín para que los niños no vengan a molestarlo!
Recuerdo haber leído una vez en un restaurante de Alemania un cartel que decía "No se admiten perros ni niños". No hay nada más patético que un anciano fóbico con los niños, ni nada más hermoso que una conversación de igual a igual entre un niño y un viejo. El niño y el abuelo se encuentran en los extremos de lo real, y ambos saben lo que nosotros ignoramos u olvidamos: que el tiempo es un niño que juega con nosotros, y que vivir en serio es vivir jugando. Otra vez Anguita: "Niño, niño mío, nómbrame sin pestañear/ en un segundo/ las dinastías reinantes-siglos, siglos/ los monarcas desgajados/ Abuelo, abuelo, nómbrame siglos sin pestañear, en un instante/ antes que el ruiseñor concluya la nota de su silbo".
Los niños aprehenden el mundo a una velocidad impresionante y nosotros, para alcanzarlos en su vuelo, tendríamos que desaprender primero, limpiar nuestra memoria de ideas hechas, de "conocimientos". El verdadero aprendizaje tiene que ver con la admiración y la maravilla. Por eso, ¡no les quitemos a nuestros niños la infancia prematuramente!
Lo dijo Gabriela Mistral en su doble faceta de maestra y amante de los niños: "No coloquéis sobre la lengua viva la palabra muerta". ¡Cuántas palabras gastadas cargamos desde niños como peso muerto! Da pena ver a esos niños que van al colegio con mochilas tan cargadas, como si adentro de ellas llevaran piedras. Señor ministro de Educación: ¿cuándo abriremos un debate sobre qué hay que enseñar en nuestras escuelas? ¿Cómo salvar a los niños de la ramplonería escolar, del didactismo huero que mata el asombro a temprana edad? Y, por otro lado, ¿cómo proteger a la infancia de los peligros de un mundo digital donde todo está sobreexpuesto y corren el riesgo de desaparecer el secreto, el pudor y el misterio? Dice René Char: "El hombre no puede vivir sin una cuota de misterio delante de sí". No hay nada más misterioso que la infancia ni nada más predecible que la adultez.
No quiero ver a los niños secuestrados por las pantallas, sino corriendo con el viento, trepando arriba de los árboles, metiendo otra vez las manos en la tierra para tocar el cielo. Quiero jugar a las escondidas con ellos, para encontrar al niño que perdí dentro de mí mismo. Quiero que ese niño que alguna vez fui venga corriendo a abrazarme y me diga: "¡Despierta, estás vivo!".
No quiero la paz de los cementerios ni la fría planicie de las pantallas digitales donde el rostro limpio de un niño rebota y se encuentra con los "zombies". Escribo esto mientras mis niños, en el segundo piso de mi casa, duermen. Tengo miedo de que ya no despierten como tales, sino como adultos, y comiencen a hacerme preguntas razonables. Quiero ir a buscarlos ahora al país de los sueños antes que se pierdan para siempre. Un, dos tres... ¡salí!
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Como casi todo lo que escribe Warnken, tiene un aspecto poético y en este caso, de ensoñación. Pero me parece que no se puede volver el tiempo atrás y todos, en especial los niños vivirán buena parte de su tiempo pegados a la pantalla. Dependerá de la educación que reciban en la escuela, dedicando parte de la jornada al ejercicio para el buen desarrollo del cuerpo. No se puede pretender que ellos vivan en un mundo de sueños. Yo bien recuerdo la amargura que me produjo descubrir que los adultos mentían y disfrazaban la realidad. Entonces lo único que de veras soñaba era en llegar pronto a los 50 años - por lo menos - para que los demás me tomaran en serio.
Los niños pueden ser un verdadero peligro. Una madre actual con una niña de 3 años y un recién nacido, tiene que desplegar doble vigilancia sobre sus niños, ya que la chica de 3, fingiendo preocuparse de su hermanito, ha estuvo a punto de enterrarle un cuchillo en el ojo y se la ha visto limpiándose las manos sucias en su ropa y dándole golpes con el pretexto de abrazarlo. Lo único que se puede desear de ellos es que crezcan pronto y que la sociedad y la familia le hagan razonable, quitándole esos instintos animales. |
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De: ANNY 42 |
Enviado: 14/11/2014 04:19 |
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