¿Dónde habrá un ejemplar así? No conozco ninguno.

Algunos términos habría que definirlos. Romántico, por ejemplo. Podría ser quien diera más importancia a los impulsos que al raciocinio y quien mantuviera algunos ideales de juventud. Dicen que los viejos se reblandecen con el tiempo, se ponen sentimentales, etc. Con los años lo he comprobado. Es así y da un poco de pena por ellos.

Aquella década 60 – 70, durante la cual transcurrió nuestra juventud (la trasladaría a los 50-60 en mi caso) fue bastante revolucionaria. Recordemos el mayo francés del 68, cuando miles, millones de jóvenes, primero en Francia y luego en buena parte del resto del mundo, se rebelaron contra el excesivo capitalismo y por ende, materialismo; los hippies que abogaban por libertad y paz desde los EE.UU. país iniciador de guerras; la reforma agraria de Frei Montalva, que tanto crujido de dientes produjo, las canciones protesta en todo el mundo: Woodie Guthrie, Peter Seeger, Bob Dylan, Joan Baez, Los Quilapayún, Víctor Jara, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Violeta Parra, Víctor Jara.

Jamás fui a un malón, no recuerdo haber bailado, salvo en un par de ocasiones. Seguir la música ramplona, asida a un desconocido, no me atraía en lo más mínimo. Pero asistía a clases de ballet.

Reconozco que no me han gustado jamás los boleros. Eso de bailar arrastrando los pies me daba risa. Y en cuanto a los tangos, con sus letras tan dramáticas, también me hacían reír. En cambio me gustan las milongas, rápidas y sin letra cursi.

En la época juvenil me gustaba el jazz, pero no tenía dotes para tocar instrumentos, aunque tuve clases de guitarra, (como toda la gente de esa época con la Carmen Cuevas).

Lo que hacía la gente joven era hablar y hablar, por horas, en torno a un café, una bebida, o cualquier cosa. Ir al cine, al teatro, a los conciertos. El cine se podía pagar, al teatro se iba con invitaciones, a los conciertos del Municipal había que colarse.

La primera juventud era la lucha constante para descubrirse, para soportar a los adultos, para estudiar o no, para defenderse de las agresiones del ambiente.

Luego vino un acontecimiento formidable, que habíamos esperado por décadas. Pero, tal como se vislumbró desde el comienzo lleno de ilusiones, pero con una sombra cerniéndose como amenaza de muerte, terminó en forma abrupta y sangrienta. Llegó el tiempo del horror, del exilio, la amarga realidad que no ha permitido alzar cabeza aún. 

Aquellos que han “madurado” serían los que han logrado crear un mundo propio, han conseguido evadirse de la realidad circundante y han llegado a un estado espiritual elevado, donde los embates, los sufrimientos, las guerras de los demás, no les tocan.