En este día, 9 de mayo de 2015, se conmemora el aniversario Nr. 70 del el Día de la Victoria, cuando Alemania se rindió en forma incondicional ante el ejército de la Unión Soviética. Este día no se puede olvidar por quienes vivimos el transcurso de esa guerra, iniciada por el ejército alemán al entrar primeramente en Polonia y luego continuar extendiéndose como lengua de fuego a muchos otros países.
La radio era la única fuente de información y con dificultad podíamos seguir sus incidentes a través de onda corta o esperar su eco en los noticiarios chilenos. Las cartas demoraban una eternidad - cuando se recibían - y pasaban angustiosos los meses cuando ninguna comunicación con los familiares lograba concretarse. Los alimentos escaseaban o simplemente habían desaparecido. Aprendimos una palabra nueva: “ersatz” que significa imitación o sucedáneo. Se aplicaba en especial para el café. No existía azúcar refinada y la que se lograba comprar, bastante oscura, era de sabor poco agradable. (Aunque ahora suponemos que más sana). No solo lo indispensable faltaba, también el oro. Para mi primera comunión costó mucho encontrar una medalla de ese metal. (La guardé por años, pero cierta vez que la saqué para echarle una mirada, se me cayó de las manos, yendo a introducirse entre las tablas del piso. Nunca la pude recobrar).
Recuerdo fotos de la época en una revista norteamericana: franceses arrancando pasto de los parques para alimentar conejos, más: cabras, cerdos, gallinas, que se criaban en departamentos. Todo era caro, en especial para nuestra familia que no disponía de medios suficientes y debía enviar alimentos no perecibles a los parientes en Europa. Recuerdo como si fuera hoy los productos que se empaquetaban en tela, con los bordes cosidos y nombre y dirección escritos con tinta.
Cuando por fin terminó la guerra, la alegría fue apoteósica y todo comenzó a normalizarse muy, muy lentamente. Pero la guerra no concluyó en todas partes al mismo tiempo. Un día después de su término oficial, un avión norteamericano o inglés dejó caer una bomba “por error” en casa de una tía, perforando dos pisos sin explotar hasta el sótano. Ella se libró de milagro.
Se descubrieron los campos de concentración nazis, donde fueron asesinados judíos, izquierdistas, gitanos y otros, incluyendo refugiados de la guerra civil española. Todavía veo a mi abuela llorando por todos ellos. (Mi padre pudo haber estado allí, fue liberado de un campo de refugiados en Francia, en forma fortuita).
Comenzaron a llegar a Chile los europeos en busca de otros horizontes, incluyendo muchos judíos. Y entonces supimos que los soviéticos habían perdido 27 millones de personas, el mayor sacrificio de toda esa larga guerra y que los norteamericanos decidieron lanzar bombas de poder increíble sobre blancos civiles.
Pensé que esos horrores no podían repetirse. Ingenua esperanza de una niña de 9 años.