Parecía no comprender, parecía no estar realmente presente, su mente un torbellino, miraba por la vidriera y veía a la gente circular por la calle, perdidos, lejanos...donde estaba?....no podía comprenderse,  debía volver al boliche y cerciorarse que realmente su boleto era el ganador, pero se arrepintió. .....estaba seguro, no había duda....se había transformado en un millonario.

Tantas cosas que pasaban por su mente, iban y venían,  no paraban, estaba realmente impactado.

Salió a la calle, caminaba como un sonámbulo,  no sentía sus pies, quería gritar a los cuatro vientos su alegría, debía irse a casa y contarle a su familia.

-¡Antonio, tú por aquí!

- Así es, compadre, a esta hora y en lunes, ¿raro, no?

- No me digas que…

- Lo que está pensando, compadre. Me echaron.

- Pucha, lo siento, amigo. ¿Y cómo fue eso?

- La juventud, compadre. Ahora todo pendejo q             ue busca pega tiene que ser ingeniero de algo, por lo menos.

  Y así fue que me reemplaza un pollo nuevo con un título más largo que el rosario de la abuela..

- Mala cueva.. pero usted, con su experiencia de tantos años, no le será…

- Se equivoca, pues hombre, a los cuarenta y cinco nadie lo quiere a uno.

- No se me eche a morir, amigo Antonio, acuérdese de sus aficiones gastronómicas, si no había nadie que supiera armar una fiesta como usted. Ahora hay tantas oportunidades para los emprendedores de armar su propio negocio y tirar p arriba…

- ¿Y el capital? ¿De dónde lo saco? Sin pega, ningún banco se arriesga, pues.

- Cierto.

Y Francisco de las Mercedes González se quedó pensando. Al compadre Antonio le venía de perillas un préstamo.. qué, un regalo del capital base para armar su cuento. Pero, así como Antonio había tantos, pero tantos de sus conocidos necesitados de apoyo. Y se vio de repente, convertido en el Farkas del barrio, ése al que todos atosigarían con sus múltiples problemas. Al comienzo, los ayudaría, pero…..terminarían por acosarlo, exigirle, seguirlo, taparlo de problemas exigiéndole solucionarlo todo, en resumen: una pesadilla…

- Panchito…..se quedó en la luna ¿qué onda?

 

¿Qué se hace en estos casos? - se preguntaba-. No tengo ni cuenta en el banco para guardar tanta plata.  

Pero, ¿cómo reaccionaría su mujer? Toda su parentela se le colgaría exigiendo donativos, y los amigos y sus amigos, los vecinos y todo el que supiera del premio se le dejarían caer encima como jotes. No, no podría anunciarlo así, pues no se libraría fácilmente de la multitud que lo acosaría desde hoy en adelante. Podía cambiarse de barrio, por supuesto. Pero ¿cómo encajar en un barrio acomodado? No, se notaría demasiado que no tenían nada que ver allí, pues, por mucho que cambiaran de auto y de guardarropa, su habla de población los delataría como nuevos ricos o peor aún, como narcotraficantes. No era asunto fácil recibir tantísimo dinero, sino un problema serio que exigía un plan cuidadoso.

Desechó su idea de informar a la mujer. De pronto, había aparecido una muralla entre los dos, pues, lejos ya del plano doméstico inmediato, sus intereses aparecían contrapuestos.  Averiguaría cómo cobrar el premio a través de un banco y con su valor depositado y seguro, tendría tiempo para meditar el próximo paso, antes de informar a nadie.

Y con esa idea reconfortante,  emprendió el regreso a casa. Nunca el trayecto le pareció tan deprimente. Veredas estrechas, árboles mutilados exhibiendo sus muñones grotescos, basura en los paraderos, burdos rayados en los muros, pavimentos agrietados. Entró a su casa del pasaje y de pronto, esos muebles pretenciosos de lo que no eran, fueron como una bofetada a su nueva realidad. Los miró con disgusto, proyectando un futuro posible. La Margarita asomó la cabeza desgreñada.

- Ah, es usted..

- ¿Esperaba a alguien más?

- Hola, Panchito, es que la Claudia tenía prueba, así es que quería saber cómo le había ido…

- Ah,  espero que bien, como otras veces…

- Ojalá, pero ha estado medio volá esta última semana..

 Usté que la consiente demasiado.

- Ya, ¿yo no más?

- Está bien, no vamos a discutir por eso ahora.

- Claro, si para usted toda conversa se vuelve discusión.  Pero ahora hagamos un aro. Tengo lista la once.

El té bien caliente y el pan tostado con queso y pebre, fueron un alivio a la tensión de la jornada. Mañana sería otro día. Planeaba dejar el taller mecánico a cargo de su hermano Daniel, harto empeño había demostrado hasta ahora.                                           

Francisco despertó más temprano que nunca, antes que sonara su fiel reloj. No quiso despertar a la Margarita y se preparó un café, acompañado de unas galletas que encontró por ahí. Mientras se duchaba, escuchó a su mujer trajinando en la cocina. Después de afeitarse, se vistió, despidiéndose rápidamente de ella, que insistía que terminara desayunar con unos huevos con jamón. – No te preocupes por mí. Tengo mucho que hacer. Y salió disparado, con una sensación de alivio ante el acoso.

Encontró a Daniel abriendo el taller mecánico.

- Madrugaste hoy, ¿algún problema?

- Si y no. Tenemos que conversar. Vamos al despacho.

Mientras veían entrar al desabollador, se instalaron a conversar, Daniel se veía nervioso.

- Mira, Daniel, tú no te preocupes de nada, se trata solo de que estoy pasando por un momento jodido, una depresión, ¿te dai cuenta? Y si eso no se ataja a tiempo, se vuelve problemático…

- ¡Pucha! ¿fuiste al médico?

- Si. Y me aconsejó dejar de lado todas las preocupaciones – como si fuera tan fácil – y distraerme, ojalá con un viaje, que me sacara de la rutina de todos los días.

- Pero ¿y el negocio?

- Ni un problema, mi amigo, usted se hace cargo de todo porque harto empeño le ha puesto hasta ahora.

Inútiles fueron las objeciones del hermano, Francisco lo puso al tanto de sus nuevas responsabilidades y lo dejó, convencido de que todo iría bien en su ausencia.

Enseguida, se dirigió al banco de su elección, que tanto le había recomendado el compadre Lagos, porque era amigo del agente. Tuvo que esperar bastante a que éste lo atendiera y cuando al fin pudo pasar a su oficina, el recibimiento no fue lo que se podría llamar entusiasta. Mas, luego de explicar el motivo de la visita y exhibir el listado de ganadores de la lotería, junto al comprobante ganador, todo anduvo sobre ruedas. Luego de llenar los formularios de rigor, se procedió a la cobranza por el banco, del valor del premio, que quedaría – por ahora – en un depósito a la vista.

Terminada la gestión, a eso del mediodía, Francisco, aliviado en extremo del primer paso a su futuro, tomó contacto con su antiguo compañero George Seager, para acordar un encuentro para el día siguiente.