Algunos abrazan a los árboles. Tengo un pino del cual me dijeron que creceria hasta aquí, señalando un metro y medio. Llegó a crecer más y más, hasta amenazar la casa. Tengo que ver manera que alguien lo corte. Si lo abrazo, ¿sabrá que planeo su muerte para salvarme yo?
¿Se abrazarán los japoneses? Quizá en la intimidad. Lo que más me divertía eran los primeros japoneses o taiwaneses que llegaban por primera vez a Chile. Alargaban, por obligación, una mano tiesa, que una apenas tocaba para responder sin invadir a una situación forzada. Mucho más agradable era la pequeña inclinación cortés, que eliminaba cualquier contacto. Pronto los taiwaneses, tan americanizados, se pusieron a tono con lo peor: apretones de mano interminables y uno, hasta se sentó en el borde de mi sillón del escritorio para que el junior le sacara la foto de rigor. Lo habría matado.
Los abrazos, para los amigos y los parientes. Sin embargo, reconozco que hay ocasiones en que una necesita de un abrazo...