Lo viví, de cierta manera. Años ha, fuimos .protagonistas de un encuentro cercano de motonetas, vulgo choque. Quedé momentáneamente ciega por un golpe en la cabeza que me causó una herida abierta. La sangre me cubría la cara. El atropellador tenía la nariz fracturada y su sangre: igual asunto. Llegó la ambulancia, ya podía ver y ambos nos cedíamos el paso, un poco a lo Chaplin. Al fin, nos subimos ambos. Sólo cuando supe su nombre por el parte policial, me enteré de que nos conocíamos de antes, pero jamás nos habríamos reconocido con semejante facha.
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