Por ser hija única, no tenía con quien jugar. Los teléfonos eran escasos, era difícil comunicarse.
Escribir era un asunto trabajoso, lapiceras con plumas sumergidas en tinta, con frecuencia dejaban manchas en el papel y especialmente entre los dedos.
Las enciclopedias eran caras y además, muy pesadas. Poca gente las podía comprar.
Veía muy poco a mi madre, porque trabajaba en contabilidad, todo a mano, y había meses en que llegaba agotada.
La gente trabajaba muchísimo más que ahora.
Las mujeres no podían votar.
Había que esperar hasta los ¡21 años! para ser mayor de edad.
Toda la ropa se lavaba a mano y toda era planchable.
Me obligaban a tomar leche (que detestaba). Ahora se ha descubierto que es sólo apropiada para los terneros.
No había divorcio. Para lograr una anulación, había que comenzar un largo proceso, siempre que ambas partes estuvieran de acuerdo en la farsa que debía inventarse.
Las mujeres no usaban pantalones ni botas, por lo que se pasaba mucho frío en invierno.
No existía ninguno de los miles de artículos que hoy hacen la vida mucho más fácil.
No habían psicólogos, solo psiquiatras que aplicaban cosas parecidas a los instrumentos de tortura, shocks eléctricos y coma diabético, mientras ahora existen los sicólogos.
¿Cómo sobreviví hasta hoy?