Caminó como casi cada tarde, a pasito lento, desganado, como sus pensamientos... así llegó a la placita, gris y sola, de árboles añosos, y pájaros silenciosos y escondidos, otros seres tan grises como él están esparcidos en algunos bancos, metidos en sus pensamientos, esperando no se sabe qué.
Intenta recordar cosas, pasajes de su vida, pero siente que está todo tan enredado, que no consigue ordenar nada, las fuerzas no le alcanzan. Está sólo, sin tiempo ni memoria, y ya no importa; y no es que esté sólo en el mundo.
No, están sus hijos, que viven otra dimensión y nada saben ni preguntan. Hay una brecha. Nunca preguntarán por sus deseos o angustias, es trabajoso entender.
Pasó el tiempo de ser actual, protagonista, hoy es comparsa, una extraña comparsa solitaria, uno más entre muchos, que ya no dialogan, uno más que no entiende el transcurso del tiempo, ni el paso de las horas, ni sabe si el día dura mucho o demasiado poco. Si una vida lo es o sólo un vacío, no sabe si mañana traerá verdaderamente un mañana y si eso tiene algún significado.
Y llegará la hora de irse, como siempre.
Y aquí está, una de mis historias regalonas ...