Buscando al azar, desde uno de mis blogs, sólo pinchando "siguiente blog" que siempre cambia, encontré este texto referido al templo Bahai de Santiago. Ojo, este no es un mensaje de tipo religioso, jamás haría tal cosa, sino solo una manera de mostrar lo que escriben y sienten otros en el inmenso mundo de la comunicación.
'Nada que no sea la interacción directa y constante entre las fuerzas
espirituales que emanan de esa Casa de Adoración asentada en el corazón
del Mashriqu'l-Adhkár y las energías conscientemente desplegadas
por quienes administran sus asuntos en el servicio a la humanidad
puede en modo alguno proporcionar los medios necesarios
y capaces de remover los males que han afligido a la humanidad
durante tanto tiempo y tan gravemente.'
Shoghi Effendi
Regresé ayer de Santiago de Chile. Los últimos cuatro días de estancia en ese país austral constituyen una experiencia vital única que seguramente no se repetirá. Regreso con la impronta de las huellas indelebles en el corazón y la mente de la energías espirituales, emocionales, y afectivas liberadas al reunirse en Santiago cerca de 4700 personas provenientes de más de 130 países quienes expresaban el gozo de la ocasión en más de 53 idiomas diferentes.
El Movistar Arena, escenario multitudinario empleado generalmente para el montaje de espectáculos enormes con las grandes estrellas musicales del momento, reunió en esta oportunidad a estos centenares de almas en un objetivo común: La dedicación y apertura al público del Templo Bahá’i del continente sudamericano.
Durante la apertura, en lugar del estruendo de las ovaciones y aplausos para el artista de turno, se escuchó el más profundo y devoto silencio mientras se entonaban los sagrados versos de las Escrituras Bahá’is lográndose una comunión estrecha de las almas. Sesión tras sesión, acto tras acto, la intensa atmósfera de regocijo convirtió a extraños en amigos unidos en el afecto que surge de la unidad de creencias y propósitos.
Se reforzaron los rasgos de la identidad bahá’i al recordar las gestas históricas de quienes trajeron al continente americano las enseñanzas y principios de un mensaje espiritual renovador y curativo originado, en tierras lejanas de oriente a más 15.000 kilómetros de distancia. Se reconocieron con alegría la diversidad, la riqueza y la importancia de los pueblos originarios desde México hasta Punta Arenas. Finalmente, en lo que constituyó el latir vital de este encuentro magnífico se amplió el entendimiento sobre la función vital espiritual y social de los Templos, Casas de Adoración Baha’is, en los cuales la oración y el espíritu de servicio se conjugan. El lugar de reunión armónica de las almas.
¿Quién pudiera negar que a este mundo le hace falta paz, amor y unidad? Pocos espacios físicos o intelectuales convocan en espíritu de amistad y unidad a las gentes de todos los orígenes y creencias para reunirse armónicamente en torno a estos anhelados ideales. Los templos Baha’is, estos maestros silenciosos, son hoy por hoy, uno de esos lugares.
En esta ocasión histórica, cada participante en dedicación del Templo, se integró a alguno de los nueve grupos de 560 personas que por turnos realizaron su primera visita al precioso lugar. Bajo un cielo lluvioso los buses que transportaban a los amigos trepaban la cordillera de Los Andes envuelta en una espesa neblina avanzando en procesión reverente. La misma que luego, escalón tras escalón, cada creyente continuaría hasta las puertas de esta bella edificación que es símbolo de resplandor espiritual. Mientras llegaba el turno de la visita, el viento helado de la cordillera calaba los huesos, pero el frio era contrarrestado por el calor humano de quienes bajo una carpa blanca entonaban melodías y se avivaba el fuego del amor.
Al ingresar al recinto, nuevamente el silencio devoto que permite la conexión con lo trascendente y lo más íntimo del ser interior. Las voces melodiosas del coro resonaron vibrantes al entonar los versos sagrados y luego, el encuentro con esos dos Rostros amados y reverenciados.
Todo estaba cumplido. Finalmente, todo era luz sobre luz.
Foto. Sam Saberin