Sí, malos hay de nombre propio, y hay que nombrarlos, de apellidos merecedores del olvido, y hay que nombrarlos para acopio de carroña en el cementerio, e inscribirlos en el registro de la infamia y de sus ministros - es necesario, justo y serio.
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La tos viene de noche, tos de perro echado en el rincón, junto a la escoba y el trapero, la ampolleta no alumbra al perro, los tapones negros saltaron, la ronca tos, ruido de tarros.
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¿Qué queda de la sangre de los antiguos héroes? Corre en los riachuelos de las venas, tres mil, diez mil años después, en otras tierras, en otras cavernas de descendientes suyos con haberes que consisten en heces y el resto de una res.
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Cuando se acaba marzo y crece lluvia como largos cabellos de follaje y nos ponemos ropa gruesa bebemos vino negro. No hay cerezas como tampoco hay uva pero el otoño inicia un largo viaje.
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Mal padre mal marido mal hermano y ahora mal abuelo insano, habiendo sido el muy mal hijo que corresponde, de lo cual me aflijo, me arrepiento y me echo de menos, me tiro el pelo y me rasguño el seno.
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Henos aquí, los viejos viejos que una vez, unas veces, fuimos aves a veces, es decir, jóvenes. De lejos se ven pájaros en bandadas - que ya no somos lo que fuimos sino unos cuervos, manchas, signos, mimos de las noches pasadas.
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Toda la música que oímos cuando muy jóvenes, los vinos que tomamos entonces, y los limos de las putas de entonces, los divinos arrebatos también, vuelven a vernos cuando, de viejos, llegan los inviernos.
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Vi cadáveres en grandes basureros; por las cloacas transitan generales flotando con cintas de seda roja, mujeres abrazadas a niños perros; árboles negros en los tintos valles de la noche eterna de la derrota.
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Tú que fuiste, ¿qué fue de ti? No puede ser que triste estés. ¿Y dónde estás? Discreta, sal de ese lugar, labios de sal, ondeando tu cola de pez, erguida abanicándote como si…
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El vello púdicamente llamado púbico es bello cuando suavemente como raíces de hierbas con hierbas vivas se mecen subiendo hacia el vientre, deteniéndose en su ingle coronado mientras la vulva dice que no se entre todavía al ensueño, y tú te enervas frente al monte de venus sedicente.
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Los celos son desprecio a la mujer que se ama, por caer al hoyo esclava de la culebra en la basura. Horror a su placer, a su ranura, y a lo que se le clava.
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La muerte nos iguala a todos y el nacimiento y las necesidades. En vano se es muy rico o pobre. Igual entre la orina y las fecas nacemos y no se muere de distintos modos. Y llegan la vejez y las edades igual aunque el dinero falte o sobre. Que morir tenemos ya lo sabemos.
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Inscripción sobre el vaso cinerario. Lo que hay aquí fue un hombre, hoy es cenizas, talvez suyas. No cantéis aleluyas, porque es menos que sombra, menos que la ceniza de un cigarro.
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