Un sacerdote estaba sentado al lado de un vaquero en un vuelo a Texas. Cuando el avión ya estaba en el aire, pasó el carrito de las bebidas.
El vaquero pidió un whisky con hielo y la azafata se lo puso delante.
El sacerdote miró al vaquero con desprecio; él veía el alcohol como el trabajo del diablo.
Sin embargo, la azafata le preguntó al sacerdote si le gustaría tomar una copa.
Él respondió con disgusto: "prefiero ser violado por prostitutas descaradas que dejar que el licor toque mis labios".
El vaquero devolvió su bebida al asistente y dijo: "¡Yo también! No sabía que podíamos elegir".