Por curiosidad, comienzo a leer uno de los libros que Diógenes pide prestados en Bibliometro. El caso P. de José Gai. Me cuesta seguir y lo abandono, esperando continuar después. Luego imagino cómo sería en el cine y descubro la razón de mi desgano. Viendo a Jean Gabin interpretando al inspector Maigret o a John Thaw en el personaje del inspector Morse, toda lectura va empalideciendo en comparación.
Hubo una época en que me gustaban las novelas policiales. No las compraba sino que las pedía prestadas en la Biblioteca Nacional en aquellos tiempos en que el funcionario recibía el pedido y lo colocaba en una especie de jaula de madera que se hundía en las profundidades, para regresar tristemente vacía. Y así hasta que la última de las desilusionadas requisiciones tenía éxito. Sólo recuerdo un título, pero no el autor. Se trató de “El caso de las trompetas celestiales”. Me parece que a pesar del atractivo título, no respondía a las altas expectativas que producía, pero no estaba nada de mal.
He leído a Henning Mankell, esperando revivir al Wallander del cine, pero sin éxito. Lo que he leído de los autores locales me ha dejado indiferente. Me falta leer a Colin Dexter – si lo encuentro – para ver si en las palabras logra el mismo efecto con sus excelentes diálogos. Ocurre que el personaje más atractivo es el inspector o inspectora del caso y en torno a su personalidad gira el interés de la historia. Si tal protagonista no logra atraer, es difícil mantener la atención.