Amor, ya sé que no mora usted
en mis mansiones desoladas.
Ya sé, son todos sueños y usted:
una sombra viajera que se esfuma.
Estoy consciente de que no crecen las rosas
en el mar.
Testigo soy, que al sueño usted se aviene
y el pensamiento no detiene
en mi pálida presencia
ni un segundo su tiempo apasionado.
Y jamás he visto a las piedras llorar
o reir o gritar desde su refugio inmóvil.
Pero usted existe. Es cierto.
Lejos de mis manos y mis ansias.
Lejos de mi palabra y de mis noches.
Y es por eso que me asomo hasta sus ojos,
alquilo su mirada,
y no cesa mi rayo en esta ausencia.
(laris)