Esa noche se había acostado como siempre, metódica, ordenada, dejando todo en su lugar en la habitación compartida como siempre con sus pensamientos y su soledad.
Vio su programa de televisión, y pensó un rato en aquél sueño que ya se estaba repitiendo por varias noches, Antes y después de ver el programa, pensó en el dichoso sueño, se sintió molesta de sentirse dominada por esa sensación de estar presa de un ridículo sueño. Es que eso no podía pasarle a ella. Cada noche apenas dormía veía la misma calle, el viento arremolinado, las hojas locas girando en su entorno, y luego se veía caminar por la calle oscurecida y solitaria, sin prisa, hasta llegar a un banco donde estaba él sentado y como esperándola. El la miraba con sonrisa cómplice y caminaba hacia ella tomándola de la cintura como si le perteneciera, luego caminaban tomados de la mano por el mismo camino estrecho que no llevaba a ningún lugar...
Pero, ella decidió cambiar el sueño, y decidió vestirse. Se arregló rápido el maquillaje y el peinado, tomó su chaqueta y bolso, y salió a la calle. Le pareció que la calle estaba demasiado sola, le pareció también que las luces iluminaban apenas, con un dejo mortecino, que la hizo erizar y de pronto notó que un vientecillo levantó las hojas que se arremolinaron a su paso luego de un rato que le pareció eterno notó que la calle se volvió estrecha y sus pasos la llevaban hacia un banco en que la silueta de un hombre parecía esperarla y que prestamente vino hacia ella, con esa sonrisa de fantasma. Sintió entonces que la estrechaba con fuerza por la cintura rozándole su cara con los labios. Luego la aferraba de la mano y caminaban muy juntos por el mismo camino estrecho que no llevaba hacia ningún lugar.
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