Aunque trató de luchar , nada consiguió. dos pares de poderosos brazos lo tomaron casi en vilo y lo llevaron hasta un automóvil. No supo cómo se vió tirado en un cuarto de hospital luego de un rato, un hombre de blanco lo miró sin mayor interés , para en seguida darle la espalda y dejarlo solo. Allí quedó un tiempo que le pareció eterno , y se durmió, largo rato ....al despertar de su letargo tomó conciencia que extrañamente no sentía hambre y sólo lo dominaba una sensación de vacío .... .pudo entonces contemplar el estrecho y oscuro cuarto en el que apenas destacaba un ventanuco. Desde allí observó a unos cuantos seres tan miserables como él vagando entre los arbustos resecos y retorcidos de lo que un día lejano fue un jardin . vió el abandono, la soledad, aunque no le importó....
supo que podía vagar afuera, y lo hizo al otro día y a nadie le preocupó.Estaba dejado a su suerte. Así pasó un tiempo, casi sin comer, y sin tomar conciencia de los días, hasta que en un raído bolsillo encontró un trozo de carboncillo, con el que sin pensarlo fue trazando una delgada linea en la pared ennegrecida,y casi sin notar estos trazos tomaron la forma de un extraño paisaje, había casuchas y grandes terrenos de cultivo allí, de su mano salían trazos que crecían y adquirían vida, color . Hasta había allí un bosque de un verdor extraordinario y más acá un macizo de flores coloridas que llenaban el cuartucho con su intensa fragancia, así llenó las paredes con su arte de pintor, un riachuelo no faltó allí, con sus frescas y cantarinas aguas y pequeñitas piedras que llevadas por la rapidéz del agua, saltaban en alegría loca, no dejandole conciliar el sueño por la noche ....pintó y pintó llenando de nuevos detalles su obra, allí en el cielo raso estaba el cielo azúl con sus nubes de blanco algodón y por las mañanas aparecía el sol que calentaba e iluminaba el cuarto. Pero, una noche ocurrió algo horrible y el pintor nada pudo hacer, sintió que se avecinaba una tormenta, así sintió caer sobre sí la torrentosa lluvia acompañada de rugientes truenos y relámpagos que parecían aplastarlo junto con el cuarto y ya no supo más, sólo se vió llorando y riendo a gritos, presa de incontrolable demencia, así estuvo largo rato metido en su paroxismo , hasta que entendió que tenía que salir, que otros lienzos y otros territorios le esperaban y le llamaban con voces que no podía desoir .
Cuando los enfermeros entraron a la mañana, vieron todo humedecido, y en las paredes trazos incomprensibles, figuras extrañas y entre ellas creyeron ver una silueta, que agazapada, huía hacia el horizonte.
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