La pequeña placita de Zapatero, un pueblo perdido en la Costa Atlántica de Colombia, se llenó de hombres y mujeres con el rostro sonriente mientras que alguien echaba al vuelo juegos pirotécnicos. En un costado la banda musical entonaba diversos temas folclóricos al tiempo que el boticario y el inspector de policía celebraban --entre frases picarescas-- lo que llamaron un "adelanto de la civilización" que por más de cien años les había sido esquivo.
La ocasión fue propicia para que Neibis Pérez desempacara el televisor a colores que compró a crédito desde cuando se enteró de la llegada de aquél visitante, lo instaló y se aprestó a ver aparecer las imágenes en un acontecimiento que jamás olvidaría y que podría contar a sus nietos en la posteridad.
Aunque no tienen plata para comprar carne y generalmente se alimentan con frutas y hortalizas, no pudieron sustraerse al arrollador empuje del progreso y compraron cable y lámparas para iluminar sus casas.
¿El visitante? No, no era el Presidente, ni el Gobernador y menos el Alcalde. Era la energía eléctrica y venía para quedarse. Por eso refundieron con tiempo las velas y cuanto objeto utilizaban para alumbrarse. Ese primer día disfrutaron del servicio hasta la madrugada, porque nadie quería acostarse. Estaban asombrados, optimistas y temerosos de que al despertar al día siguiente descubrieran que todo era un sueño.
En los pueblos distantes y olvidados de nuestra amada América Latina, la energía eléctrica es sinónimo de luz y la luz, la evidencia tangible del desarrollo. Apenas llega a sus casas, experimentan cambio y miran con esperanza el futuro. Igual cuando la luz del evangelio llega a la vida de alguien que por años ha estado sumido en la desesperanza.
La verdadera luz para tu vida
Reunido con sus apóstoles, "...Jesús les habló otra vez y dijo:--Yo soy la luz del mundo. El que me sigue nunca andará en la oscuridad, sino que tendrá la luz que da vida" (Juan 8:12. Nuevo Testamento, la Palabra de Dios para todos).
Si atraviesa períodos de oscuridad, tristeza y desesperanza, es hora de que acepte a Cristo en su corazón. La luz llegará a su ser. Sus días jamás serán los mismos. Habrá empezado el proceso de crecimiento personal y espiritual que tanto anhela. ¡Es hora de recibir hoy a Jesucristo como Señor y Salvador!