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LA OBEDIENCIA POR AMOR
Y si supieseis qué significa: Misericordia quiero, y no sacrificio, no condenaríais a los inocentes; id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento. Mateo 12:7; 9: 13
¿Cuántas veces una autoridad nos ha tropellado? ¿Cuántas veces hemos obedecido a regañadientes, murmurando entre labios? ¿Cuántas veces con razón o sin razón nos han reprendido? Es mejor que no las contemos, ni nos acordemos puntualmente de esos eventos, pero nos sirve haberlos vivido para que podamos entender cual es la verdadera obediencia hacia Jehová, Jesús y el Espíritu Santo, Dios único.
En muchas ocasiones hemos obedecido por miedo, especialmente en la niñez, en otras porque sencillamente “tocaba hacerlo sin importar la razón” es decir por obligación; y otras tantas obedecimos por costumbre, por tradición porque “todo el mundo lo hacía” o resumido en un celebre dicho popular “¿Para dónde va Vicente? Pa` donde va la gente”. De estas situaciones, se deriva que obedecer para nosotros en muchas ocasiones nos haga confrontarnos con sentimientos encontrados, y razones equivocadas.
Cuando ocurren estas confrontaciones nos preguntamos ¿A quién estamos obedeciendo? y si le conocemos realmente, esto ocurre desde la adolescencia y durante toda la vida adulta, desde que nuestra mente adquiere discernimiento sobre nuestras emociones. Entonces es cuando asumimos o decidimos sobre nuestras motivaciones emocionales y racionales para obedecer a cualquier principio de vida que se nos presente a través de cualquier persona, libro, programa de televisión, etc.
Pero a nosotros como seres espirituales, Jesús nos ha manifestado: aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio.
Estas palabras verdaderamente liberadoras, nos revelan que Dios tiene todo el tiempo y la disposición para vernos crecer en su amor. Ese mismo tiempo y esa misma disposición se convierten en nuestras, cuando hemos tomado la decisión de recibir a Jesús en nuestro corazón. Por eso es necesario decidir desvincularnos de las creencias y leyes, que el mundo se ha auto impuesto sobre el tiempo (Leer Mateo 12: 1- 8), porque nada logramos si queremos obedecer a Dios bajo los principios de los hombres y no bajo los principios de Jehová. Esto se traduce en orar para empezar y terminar todas nuestras actividades, y fijar nuestros ojos en las Sagradas Escrituras.
Siguiendo la meditación a la que Jesús nos ha convidado hoy, hay un último punto a tratar “la misericordia en relación con nuestra obediencia”. Emociones como el miedo, el sentimiento de hacer algo por obligación, o la rutina de la costumbre, endurecieron nuestro corazón, hirieron nuestra alma. Jesús nos ha dado un nuevo corazón, pero en muchas ocasiones nuestro viejo carácter (viejo hombre) o nuestro enemigo “el engañador”, nos alerta sobre la importancia que le hemos dado a esas emociones, sentimientos y pensamientos.
Cuando eso sucede oremos entregándole a Dios ese recuerdo, esa emoción, ese principio de vida mundano que nos parecía tan verdadero y nos hizo sufrir por su falsedad. Obedecer a Dios no es cuestión de hacer y hacer por hacer (actitud de Martha, Lucas 10: 38- 42), Obedecer a Dios es una cuestión de amor y tiempo eterno, si hoy reconoces algo que no esta de acuerdo con el Amor de Dios en tu vida, ese ya es un gran paso, ahora siéntate como María y escucha atentamente la palabra de Jesús, para que seas sanad@: Él mismo nos dice: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. Sé como la buena tierra y la palabra del Señor Jesús hará tu vida abundante en amor y eterna. Ser como la buena tierra requiere: reiterar el perdón como una decisión incuestionable especialmente hacia toda autoridad humana que nos haya lastimado, aprender a esperar con paciencia, estar dispuestos a reconocer que cada día aprendemos a vivir con Dios, ya que vivimos sin él durante muchos años.
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11 Porque este mandamiento que yo te ordeno hoy no es demasiado difícil para ti, ni está lejos.
12 No está en el cielo, para que digas: ¿Quién subirá por nosotros al cielo, y nos lo traerá y nos lo hará oír para que lo cumplamos?
13 Ni está al otro lado del mar, para que digas: ¿Quién pasará por nosotros el mar, para que nos lo traiga y nos lo haga oír, a fin de que lo cumplamos?
14 Porque muy cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón, para que la cumplas.
15 Mira, yo he puesto delante de ti hoy la vida y el bien, la muerte y el mal;
16 porque yo te mando hoy que ames a Jehová tu Dios, que andes en sus caminos, y guardes sus mandamientos, sus estatutos y sus decretos, para que vivas y seas multiplicado, y Jehová tu Dios te bendiga en la tierra a la cual entras para tomar posesión de ella.
DEUTERONOMIO 30: 11
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ANDREA 30
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