PARANOIA, CUANDO LA REALIDAD AMENAZA
Mario Rivas
La paranoia es un trastorno que se caracteriza por el desarrollo gradual de ideas delirantes, como ser perseguido, envenenado, amado a distancia o engañado por el cónyuge. Es capaz de afectar las actividades de quien la padece, principalmente personas mayores de 30 años, no obstante, el diagnóstico oportuno ayuda a detener su evolución.
Un hombre soberbio, arrogante, que insiste en acusar a su cónyuge de infidelidad, contrata detectives, coloca grabadoras en la casa e interpreta todo saludo, gesto, mirada o forma de vestir como pruebas ineludibles de adulterio; llega al grado de agredir físicamente o amenazar de muerte si no se le confiesa "la verdad". Los hijos le rehuyen; la esposa, apesadumbrada, siente miedo por la persecución de que es objeto, y pide el divorcio.
Un padre de familia obsesivo, tímido, callado e introvertido, comienza a pensar en su trabajo: "Las cosas han cambiado, me miran distinto, algo me van a hacer". A la par, lee la Biblia y cree encontrar mensajes dirigidos a él, anunciándole que debe cumplir una misión especial; piensa que sus vecinos quieren interrumpir esta obra por todos los medios: los ruidos que se escuchan son hechos a propósito para molestarlo, le envían polvos envenenados por debajo de la puerta o le suspenden el suministro eléctrico y el teléfono. Atormenta a sus familiares, pero no abandona sus obligaciones y tareas habituales.
Ambos son casos típicos de trastorno delirante paranoide, coloquialmente conocido como paranoia. Los psiquiatras la definen como una perturbación caracterizada por el desarrollo gradual de ideas que generan desconfianza excesiva e injustificada hacia los demás; tales delirios suelen ser complejos y sistematizados, y no son extraños para el sujeto, sino lógicos.
A diferencia de padecimientos como angustia, histeria o fobia, catalogados como neurosis, la paranoia se considera una esquizofrenia, que a su vez es clasificada como psicosis. La diferencia radica en que mientras un neurótico puede ser anormal sólo en ciertas áreas de su vida, un psicótico ha perdido parcial o totalmente el contacto con la realidad; sus síntomas hablan de un mundo caracterizado por delirios, alucinaciones, lenguaje tergiversado, pensamientos confusos y estados emocionales exagerados.
Todavía se desconocen las causas que originan este padecimiento y sólo se sabe de las características de la personalidad que avisan sobre el futuro desarrollo del mal, conocidas en conjunto como "personalidad paranoide". Hablamos de personas que evitan la intimidad por temor a dar información que pueda ser utilizada como arma por sus enemigos, siempre están alerta y en tensión, son rencorosas, recuerdan los agravios, las humillaciones y los insultos por siempre, y están a la espera de una oportunidad de venganza.
Asimismo, se sobrevaloran, presentan poca tolerancia a las observaciones de otros y critican ácidamente. Buscan inspirar respeto con sus rasgos duros y el entrecejo ceñido, tienen un tipo de conducta para los allegados y otra muy distinta para los demás: en casa siempre están malhumorados, son poco comunicativos, pero con sus amigos o en el trabajo son bromistas, charlan y se hacen querer. Niegan aspectos dolorosos, contradictorios o desagradables, y proyectan en los demás su ira y enojo.
Tipos de paranoia
La conducta de estas personas cambia de un individuo a otro, dependiendo de los tipos de delirios que padezcan:
-Prejuicio. Marcados rasgos de desconfianza o rigidez; situaciones adversas o llevarles la contra son vividas como una ofensa o humillación que dan pie a conductas conflictivas, pleitos y hasta la intervención de autoridades para reparar alguna supuesta injusticia que se ha cometido hacia ellos. Presentan conducta hostil cuando creen que alguien pone en duda lo autenticidad de sus delirios.
-Celos. En este caso, cualquier hecho banal origina una acusación de infidelidad que tratará de comprobar con datos distorsionados. Llega a establecer sistemas de vigilancia en torno al cónyuge o al supuesto amante; incluso amenazan a su pareja, limitan su actividad y se vuelven agredidos. Es más frecuente en varones y resulta difícil de tratar.
-Erotomaníaco. Se presenta más que nada en mujeres, quienes tienen la idea de ser amadas por alguien, generalmente una personalidad de renombre o perteneciente a un nivel socioeconómico superior, a quien llegan a vigilar o acosar con cartas, llamadas o visitas. Tampoco es raro que mantengan sus ideas en secreto.
-Grandiosidad o megalomanía. Individuos convencidos de que son personas importantes, hijos de algún personaje famoso, han realizado algún tipo de descubrimiento relevante o tienen facultades o poderes especiales. Junto con el delirio de celos, es el más difícil de tratar.
-Somáticos. Son quienes viven convencidos de padecer alguna enfermedad, sufrir deformidades o emanar olor repugnante. Lo más habitual es que estos enfermos acudan a múltiples especialistas, pero muy rara vez al psiquiatra.
Mención especial merecen el síndrome de Capgras, en que el enfermo tiene el convencimiento de que una persona de su entorno ha sido sustituida por un doble con idénticas características, y el síndrome de Fregoli, en el que el paciente cree que una o más personas cercanas han adquirido el aspecto de individuos desconocidos.
Diagnóstico y tratamiento
Es raro que una persona con trastorno delirante paranoide pida ayuda profesional, debido a que muchas veces no está conciente de su enfermedad o porque se aísla; casi siempre será la familia quien solicite ayuda al observar trastornos conductuales, agitación y sospecha de que "algo anda mal".
Debido a que en muchos casos los pacientes pueden llevar una vida normal, ya que su funcionamiento sólo se ve interferido en aquello que concierne al delirio, es importante acudir a un especialista (psiquiatra) capaz de detectar este trastorno, a fin de que confirme el diagnóstico y, de ser necesario, lleve a cabo el tratamiento adecuado, que consiste en el uso combinado de psicofármacos y psicoterapia individual.
Es poco lo que se puede hacer para evitar que surja este padecimiento, pero un diagnóstico oportuno y tratamiento temprano del mal evitarán su evolución, lo controlará y, sólo en ocasiones, lo hará desaparecer por completo. Ante todo, es importante el apoyo de la familia, de quien depende en gran medida la creación de un ambiente propicio para la recuperación.
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