“Una calurosa tarde de verano, se
cubrió el cielo repentinamente de
negras nubes y pronto el vívido
resplandor de los relámpagos
anunciaba una tempestad que se
aproximaba. Retumbó el trueno en
las alturas y el relámpago en zigzag
resplandecía con siniestro brillo.
La señora Moreno estaba en pie al
lado de la cama de su niñito de cinco
años, que estaba observando cómo
los relámpagos jugueteaban
alrededor de su cama.
Como los relámpagos se sucedían
uno tras otro, la señora se puso
temerosa; entonces su niñito se vol
vió a ella, y mirándola con sus
grandes ojos azules, le dijo:
“¿Verdad que es brillante, mamá?
¿Está Dios encendiendo sus
lámparas?”
El corazón de la madre se enterneció
con la pregunta del niño, y todo
temor la abandonó; reconoció que
era Dios en verdad el que permitía la
tempestad, y que él podía proteger a
sus hijos en medio de ella. La
confianza de su hijito había
reprendido sus temores.
La fé de un niño puede enseñarnos
que realmente Dios nos cuida. Los
adultos somos propensos al temor
mientras un niño puede descansar
tomado de la mano con Dios. Que
hoy podamos confiar en Dios como
un niño.
Salmo 131:1-3
En verdad que me he comportado y
he acallado mi alma Como un niño
destetado de su madre; Como un
niño destetado está mi alma.
Marcos 10:15