“El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva” (Juan 7:38).

Dos niños estaban conversando junto al margen de un lago congelado.  Uno de ellos habló al otro: “Creo que éste hielo aguanta nuestro peso”.  ”¿Cree lo mismo?” preguntó el otro.

“Sí.” “Entonces, vaya enfrente”.  ”No”, dijo el niño, “yo no quiero”.  ”lo que veo”, comentó el otro niño, “tu no crees que el hielo aguantará tu peso.”

¿Ha sido nuestra fe verdadera o apenas de palabra?  Cuando decimos que confiamos en la respuesta del Señor, ¿aguardamos con paciencia o luego murmuramos por la demora?  ¿Hemos creído en aquello que proclamamos o nuestras actitudes demuestran el contrario?

Muchas veces decimos que estamos siguiendo una dirección porque fue dada por Dios, pero en la primera dificultad resolvemos volver atrás y empezar a andar en otro camino.

¿Estábamos creyendo en aquello que afirmábamos o seguíamos el deseo de nuestro propio corazón?

Cuando actuamos por fe y creemos que Dios está con nosotros, pueden venir luchas, tempestades espirituales, aparentes fracasos, o cualquiera otra cosa que se empecine en desalentarnos, que levantaremos la cabeza, daremos glorias al Señor y continuaremos convictos que estamos en el camino correcto.

La respuesta no necesita venir de la manera que yo quiero, ni en la hora que yo anhelo.  ¡Sé qué ella vendrá!  ¡Y vendrá para bendecir me!  ¡Y yo me regocijaré sea cuál sea!

Cuando experimentamos una vida de fe, no solo traemos en los labios un cántico de genuina alabanza como estimulamos a otros a proceder según y como.  Somos como un río de agua viva esparciendo vida abundante por donde pasamos.

                  Que el Señor bendiga su vida hoy y siempre.

                    Atte:Marjorie Anabell

                             Mayita con amor.