Érase que se era
una botita muy ufana.
Era una botita roja,
era una botita de lana.
Andaba por la nieve,
y siempre saludaba
a sus amigos de invierno
que muy abrigados marchaban.
Un día de diciembre
un día que nevaba,
la botita roja se hallaba resfriada,
a cada paso que daba
sin querer estornudaba
y sus amigos se apartaban
para que no los salpicara.
¡Pobre botita roja!
¡Pobre botita de lana!
¡Como tenía gripe,
ningún amigo le hablaba!
Los virus de catarro y de gripe
a su alrededor pululaban
y sus amigos de siempre
por eso mismo la evitaban.
Pero la botita roja,
nuestra amiguita de lana,
de pronto tuvo una idea,
una idea bien alumbrada.
Entró corriendo en la casa,
se metió sin dudar en la sala
y en el calor del hogar
de un salto quedó colgada.
Ahora la botita roja
Ahora la botita de lana
canturrea sobre el piano
tranquila y casi sana.
¡Feliz Navidad botita roja!
¡Felicidades botita de lana!