EL CUENTO DE HOY: CONTESTADOR AUTOMATICO
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Contestador automático
Usted ha llamado al número 5179617. En estos momentos no podemos atenderle. Si va a dejar un mensaje, hágalo después de escuchar la señal fónica. - Este mensaje es para Abilio y quien habla es Juan Alberto. Te sorprendés, Abilio? Me imagino que sí. Hace cinco años que no tenías noticias mías. También hace cinco años que no tengo rostro ni cuerpo ni siquiera sombra. Curiosamente, tengo voz. Y con mi voz puedo aún visitarte, rememorarte cosas, acompañarte a pesar tuyo. El más nítido recuerdo que conservo de vos es el odio de tus ojos azules cuando dirigías el castigo que otros nos propinaban. Esa animadversión tuya, tan exagerada, siempre fue para mí un misterio. Nunca tuve enfrentamientos directos contigo, ni violé a tu mujer ni a tu hija, ni te traicioné, ni siquiera te escupí en la cara, como más de una vez tuve ganas. Vos, en cambio, te infiltraste entre nosotros, y nos fuiste vendiendo, uno por uno, a todos. Destruiste con paciencia nuestras vidas familiares, hiciste lo posible para que siempre tuviéramos presente la amenaza de muerte, como pan cotidiano. - Usted ha llamado al número 5179617. En estos momentos no podemos atenderle. Si va a dejar un mensaje, hágalo después de escuchar la señal fónica. - Según parece, tu contestador no tiene mucha capacidad. Así que continuaré mientras haya sitio. Le amargaste la existencia a nuestras mujeres y a nuestros hijos. Les hacías escuchar grabaciones con nuestras voces y nuestros aullidos cuando nos picaneaban. No se puede decir que seas un verdugo arrepentido, como ahora han aflorado algunos. Vos eras un ejecutor vocacional. Disfrutabas. Sin embargo, no te guardo rencor. En la dimensión en que ahora floto, el rencor no cabe; más te diría, es inconcebible. No voy a anticiparte cómo es este espacio, tendrás que averiguarlo por ti mismo, cuando te llegue el día o la noche, como me llegó a mí. Un aviso. No creas que vas a encontrar a Dios. Ni el tuyo ni el de los otros. Hasta ahora han brillado por su ausencia. Con toda tranquilidad, podés dejar de ir a misa. No pasa nada. Te confieso que en el fondo te tengo lástima. Sé que no podés dormir. Sé también que es tarde para que te arrepientas. Llevás demasiados muertos en el container de tu memoria. No sé si algún otro de tus cadáveres se asomará, como yo ahora, a tu contestador. Y no lo sé porque aquí no nos comunicamos. Somos una congregación de solitarios. Sabías que la muerte es una interminable pradera gris? Te aseguro que no volveré a molestarte. Sí, la muerte es una interminable pradera gris. Una pradera gris. Sin aleluyas. Gris.
Mario Benedetti en "Buzón de tiempo".
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