Oh Dios y Padre,
concédenos que en la hora triste de las soledades,
cuando ni amigos ni familiares puedan velar con nosotros,
tengamos la certidumbre de tu presencia consoladora.
También nosotros, como Jesús,
nos hemos sentido abandonados en nuestro Getsemaní.
También hemos sudado gotas de sangre
a la hora de las decisiones cruentas.
Permítenos, oh Padre, superar la desilusión que nos causa
la incomprensión de los amigos, o sus mismas traiciones,
aún cuando hemos estado compartiendo de la misma mesa
y bebiendo de la misma copa.
Oh Padre, danos la fuerza de tu Espíritu para horas como ésta.
Amén. |