GRATITUD ANTE TODO
La gratitud es la virtud por la cual una persona reconoce interna y externamente los regalos recibidos y trata de corresponder en algo por lo que recibió. Un corazón agradecido, cuando es genuino, trata de alguna manera de expresarce con palabras y compensar con obras.
En la Biblia existen muchos ejemplos de actitudes de agradecimiento, entre la que podemos leer en Lucas 17, donde se nos relata la historia de los 10 leprosos sanados por Jesús. De ellos, sólo uno regresó a darle gracias por su curación milagrosa. Jesús lo puso por ejemplo y se entristeció por los otros nueve. Sin duda, la gratitud es necesaria para entrar en una auténtica relación con Dios o con la persona que nos halla agraciado. La gratitud debe tomar la expresión adecuada, no según la expectación de uno u otro, sino en la forma que más convenga para fortalecer la relación que Dios desea establecer entre las personas.
Ser agradecido es más que saber pronunciar unas palabras de forma mecánica, la gratitud es aquella actitud que nace del corazón en aprecio a lo que alguien ha hecho por nosotros... El agradecimiento, más que pagar una deuda, es reconocer la generosidad ajena.
La gratitud requiere reconocimiento y esfuerzo, no sólo para sentirla, sino para expresarla. Con frecuencia no reconocemos la mano del Señor; murmuramos, nos quejamos, nos oponemos, criticamos; muchas veces no demostramos gratitud.
La gratitud es un principio lleno del Espíritu que nos hace reconocer un universo en el que está presente la riqueza de un Dios viviente; mediante ella llegamos a ser espiritualmente conscientes de la maravilla de las cosas más insignificantes, las cuales alegran nuestro corazón con sus mensajes del amor de Dios. Cuando expresamos gratitud, nos llenamos del Espíritu y nos conectamos a las personas que nos rodean. La gratitud inspira felicidad y conlleva la influencia divina: “Y el que reciba todas las cosas con gratitud será glorificado”.
La clase de gratitud que incluso recibe las tribulaciones con acción de gracias, requiere un corazón quebrantado y un espíritu contrito, la humildad para aceptar lo que no se puede cambiar, la disposición de dejar todo a cargo del Señor, aun cuando no comprendemos. Entonces viene el sentimiento de paz. La gratitud, la admiración y el aprecio son las tres monedas de la ley divina que acuñar urge a las almas nobles y de espíritu firme. La persona que más sirve, es la que sabe ser más agradecida. El agradecimiento que sólo consiste en el deseo es cosa muerta, como es muerta la fe sin obras. Gratitud es, ante todo, reciprocar...y esto es algo que se hace casi instintivamente.
Alberto Vásquez Díaz.
Fondo By Ximena 777 04-17-09
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