"Todos tenemos deberes con nuestra familia, con nuestros amigos, con la sociedad, y es indispensable que los satisfagamos del mejor modo posible. Pero en realidad, nuestros deberes no se detienen en la tierra. También tenemos obligaciones con el mundo divino, y nada puede justificar a aquél que rechaza reconocerlas. A pesar de su moralidad, de su honorabilidad, el hombre que descuida el Cielo está suprimiendo de su vida todo lo que puede aportarle inspiración, la verdadera luz, la inmortalidad. Existe una moral más elevada, una moral que enseña que no basta estar en armonía con las leyes de la tierra y de la sociedad, porque la tierra está aún lejos de la perfección del Cielo. Así pues, es con el Cielo que debemos sin cesar intentar armonizarnos, cumplir todos nuestros deberes con él. Cuando lo logremos, nos daremos cuenta que interiormente tenemos las mejores condiciones para librarnos de nuestros deberes con respecto a la tierra."