"Con el alimento que ingerimos cada día, construimos nuestro cuerpo físico, este cuerpo que debe llegar a convertirse en el templo del espíritu. Si la materia que absorbemos y que sirve para su construcción no es pura, impedirá la llegada del espíritu en nosotros. Aquel que come carne, por ejemplo, debe saber que todas las células animales que absorbe entran a formar parte de la construcción de su cuerpo, y cuando desea realizar actos nobles, generosos, ellas rehúsan participar en la tarea. Con la carne, los impulsos instintivos que pertenecían al reino animal (el miedo, la codicia, la crueldad, etc.) entran en el hombre, y cuando él quiera desarrollar su ser superior, encuentra dificultades porque las células animales no se ajustan con su ideal: tienen una voluntad propia dirigida contra la suya y se oponen a la construcción en él del templo del espíritu."