SEPAMOS ESPERAR EN DIOS
Entonces Moisés juró diciendo: «Ciertamente la tierra que holló tu pie será para ti, y para tus hijos en herencia perpetua, por cuanto cumpliste siguiendo a Jehová mi Dios».
Josue 14: 9, 10
El “síndrome del microondas” ha perturbado la mente del hombre actual. Todo se desea al instante. Los negocios tienen éxito cuando satisfacen ese deseo. Se ofrece dinero al instante, comida al instante, préstamos al instante, servicio al instante, envíos al instante.
A veces algunas personas piensan de la misma manera en el mundo espiritual. Ya no se quiere esperar. La demora causa impaciencia. Cuando la respuesta de Dios se demora se pierde la confianza en las promesas divinas.
Caleb disfrutó de longevidad espiritual porque le tomó la palabra a Dios. El tiempo de espera, la demora en el cumplimiento de la promesa, no ahogó su fe. Confió plenamente en lo dicho por el Señor. Creyó firmemente que cumpliría lo que había prometido.
El fiel guerrero no recibió su herencia en Canaán un año más tarde, ni cinco, diez, ni veinte, ni treinta años después; ¡esperó más de cuarenta años!. No entró inmediatamente a la tierra prometida. Primero tuvo que andar errante por el desierto con aquel pueblo infiel, escuchando sus quejas y amargas murmuraciones durante más de cuatro décadas. Decían cosas de esta guisa: «Nos acordamos del pescado que comíamos en Egipto de balde, de los pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos» (Núm. 11: 5).
El diablo no ha cambiado sus métodos. Hoy, del mismo modo, susurra a nuestros oídos: «Recuerda los viejos tiempos. Fueron días buenos y placenteros. Estabas mejor que hoy. ¡Regresa a tu pasada manera de vivir!» El diablo es inteligente. No dice: «Recuerda tu pasado miserable, cuando, desesperado, pensaste incluso en el suicidio. Recuerda cuando rodabas por las calles, ahogado en alcohol, y te despertabas con los bolsillos vacíos. Recuerda cuando tu matrimonio casi se derrumba». Al contrario, solo dice: «Recuerda aquellos buenos días».
A diferencia de los rebeldes israelitas, Caleb se aferró a las promesas de Dios. No le importó esperar más de cuarenta años. Sabía que Dios era fiel en el cumplimiento de sus promesas.
Todo cristiano fiel tendrá que soportar pruebas. Sin embargo, igual que Caleb, tomémosle la palabra a Dios; él no nos fallará. Con el profeta, oremos así: «Aunque la higuera no florezca, ni en las vides haya frutos, aunque falte el producto del olivo, y los labrados no den mantenimiento, y las ovejas sean quitadas de la majada, y no haya vacas en los corrales; con todo, yo me alegraré en Jehová, y me gozaré en el Dios de mi salvación» (Hab. 3:17,18). Amen.
Graciela
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