¿Cómo obrar en esos momentos en que no sabemos cuál es la dirección correcta?
Tal vez la respuesta más lógica sería: “No tomes ninguna dirección, espera a tener la seguridad del cielo para lo que estás haciendo”
¿Y cuándo esa dirección no llega? ¿Cuándo a veces hasta dudamos que tal vez Dios se haya cansado de corregir siempre el mismo error, y que nos haya entregado a nuestra razón?
A veces estoy en esas situaciones, y no sé muy bien hacia dónde ir, pareciera que el cielo se nubla y que el sol está tan lejos que ninguno de sus rayos llegará para asomar algo de luz o calor, parece como que el viento cesa y no se siente ninguna brisa de su respirar para darnos paz o seguridad.
Uno se siente como los sacerdotes entrando al lugar santísimo, a ciegas y sin luz, palpando todo y rogando llegar al arca y que la sangre todavía pueda completar el cuadro con la correcta actitud del corazón para que la gloria descienda e ilumine la oscuridad de nuestros ojos y así podamos ver.
Y aun con el temor de que tal vez por nuestro error no suceda y solo nos queden vestigios de muerte, esos son los momentos en que la brújula se descompone y la trasmisión celestial no llega.
Yo creo que a veces Dios lo permite para que podamos crecer aun en el error, para medir nuestra capacidad de dependencia o de independencia, ya que lo que Dios busca de nosotros es la obediencia en la dependencia aunque no sepamos muy bien hacia dónde está la meta final.
Tal vez Él nos quiera enseñar a quedarnos quietos aunque eso signifique que todo lo que está a nuestro alrededor parezca derrumbarse, y tal vez se derrumbe porque no fue Él quien lo edificó con nosotros. Quizás sean pruebas de nuestro crecimiento, hasta donde sus valores se han edificado en nosotros y si somos capaces de decir: “Sálvame Señor porque perezco”.
Al fin entiendo que nuestras vidas están llenas de esos momentos, que nos enfrentamos a situaciones aparentemente sin solución en forma diaria y que todo esto no es más que el resultado de tener una vida humana totalmente dependiente y afectada por las circunstancias que nos rodean.
¿Somos buenos padres? ¿Somos buenos amigos? ¿Somos buenos esposos? ¿Somos buenos siervos?
Al fin sólo puedo pensar que “Aquél que no escatimó ni siquiera a su propio hijo ¿Cómo no me dará con Él también todas las cosas?”
Aun en el desconcierto Él está en control, y todas estas preguntas me acompañarán por el resto de mi vida hasta que me encuentre con Él y oiga de sus labios...
Bueno,... eso se lo dejo a Él... ¿No?