¿De donde vendrá la ayuda?
Alzaré mis ojos a los montes; ¿de dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová, que hizo los cielos y la tierra. - Salmo 121:1-2.
Las numerosas teorías sobre sanidad religiosa que prometen remedio y ayuda al hombre moderno que se halla en una profunda crisis espiritual parecen ser una particularidad de nuestros tiempos. Varias de esas propuestas de ayuda se asemejan porque a menudo se basan en las mismas fuentes, entre otras, los métodos de curación orientales. Se podría parafrasear la esencia de sus recomendaciones con el lema: "Ayúdate y Dios te ayudará". ¿De veras es así?.
Muchas veces la angustia y la desesperación se acrecientan después de semejantes consejos. La razón es evidente: uno esperaba recibir ayuda de otra persona, pero obtiene como respuesta: «Moviliza tus propias reservas» o «busca a Dios en ti mismo». Por supuesto, esto no satisface, porque quien busca socorro en tales enseñanzas se siente incapaz de solucionar sus problemas.
En esto el Evangelio se diferencia de las demás doctrinas. Confirma que la verdadera ayuda sólo puede venir de Dios. En su Palabra él nos dice por qué no podemos salir solos de nuestros enredos. Todo lo que el ser humano hace está manchado por el pecado. "Todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios" (Romanos 3:23). Dios, en el Gólgota, solucionó el problema del pecado por medio de su Hijo Jesucristo. Quien acude a él arrepintiéndose de sus pecados no será rechazado y experimentará el alivio buscado.
"Aunque el pecador haga mal cien veces, y prolongue sus días, con todo yo también sé que le irá bien a los que a Dios temen, los que temen ante su presencia." (Eclesiastés 8:12).
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