por desgracia, por ignorancia, por nuestra vanidad, por imprudencia y necedad; anulamos el hoy, matándolo, anulándolo, con un luego y un
Después, anulando el segundo que no vuelve atrás;
ese tiempo que pasa como la sombra que proyecta el sol “en su recorrer”, volviéndola a tomar.
Todo se mueve en un continuar, nada permanece quieto, sólo el hombre con su proyecto final, con su sueño engañoso en su deambular; hay que engañar al corazón que inquieto está, en un mañana sin final.
No hay mañana, no existe, jamás se vive, futuro inexistente que como fantasma siempre está tan ... cerca ... y cuántos no lo ven jamás, y los que creen verlo no se dan cuenta de que siempre es hoy; y no sólo hoy, sino siempre acompañado con el ahora en el segundo inexorable de nuestra existencia.
Sólo hay Uno que tiene mañana, de Él está escrito: “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos”. (Hebreos 13:8); el que permanece siempre fiel y no cambia.
El tiempo de Dios no es el tiempo del hombre; y el hombre, en Cristo, muerto está al tiempo del hombre y ¡vivo! y permanente en Él, esperando y permaneciendo en Su Palabra (Biblia) inamovible, firme y segura que como sostén de apoyo en Su Amor insondable e imperecedero nos transporte a Su Seno en Su inexorable tiempo.
No te engañes, el mañana no existe: “He aquí ahora el tiempo aceptable, he aquí ahora el día de salvación”
(2ª Corintios 6:2).
Toma esa hermosa salvación que trae vida eterna y compártela, mañana… mañana no existe el mañana.
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