Cuando Dios se cansa
El profeta Isaías me recuerda que el Dios que nunca se cansa puede llegar a cansarse. ¿Una contradicción? No. Dios nunca «se cansa» físicamente (Isaías 40.28), pero puede «cansarse» moralmente (Isaías 1.14). Nada puede agotar la energía del Todopoderoso, pero mi entrega superficial o parcial puede llevarlo a exclamar: «hastiado estoy» (1.11); «no deseo» (versículo 11); «¡no puedo soportar[los]!» (versículo 13); «me son una carga» (versículo 14).Si tratamos a Dios como una dependencia innecesaria, nuestras oraciones se convertirán en tiempo desperdiciado. ¡Palabras fuertes! Pero no más fuertes que los sentimientos de Dios hacia cualquier hipocresía que él encuentre en mí. Él no puede soportar que se le ofrezca un supuestamente excelente sacrificio (legalmente hablando), con el fin de disimular un corazón malo (espiritualmente hablando). Tampoco puede soportar la tensión creada entre una profesión clara de fe y compromiso, seguido por una vida mediocre. El «cansancio» de Dios es su disgusto, su indignación ante la manera fría y superficial en que le presento mis ofrendas. Él nunca se cansa de recibir a pecadores contritos, pero se cansa rápidamente de mi cristianismo «mecánico» y sin amor.
Cansar a Dios es asunto serio; puede significar la muerte de mi vida de oración. «Aunque multipliquéis las oraciones, yo no escucharé.» (Isaías 1.15) Dios rehúsa formar parte de nuestro juego. Si jugamos con él y lo tratamos como una dependencia innecesaria, romperá sus líneas de comunicación con nosotros y nuestras oraciones se convertirán en tiempo desperdiciado.
Por lo tanto, al ser frío y superficial, inconscientemente puedo provocar el aborto de muchas bendiciones que Dios había planeado darme. No puedo arriesgarme a estar sin sus bendiciones; por lo tanto, no debo ofrecerle un amor mediocre o una devoción defectuosa. Él anhela una ofrenda de tipo «voluntario»: «Te ofreceré sacrificios voluntarios. Daré gracias a tu nombre, oh Jehová, porque es bueno.» (Salmo 54.6)
Tomado de Celebrando a diario con el Rey, de W. Glyn Evans, ©DCI, Desarrollo Cristiano Internacional, 1996, p. 299. Todos los derechos reservados. ©DesarrolloCristiano.com, todos los derechos reservados.